¿Se puede ayudar demasiado?
Al tratar el tema de ayudar a otro, es frecuente que surja la pregunta ¿qué pasa cuando el otro se aprovecha? ¿qué hacer cuando das la mano y te toman el pie? Ante estas interrogantes es fácil pensar que hay que ayudar hasta un límite, no es bueno ayudar siempre.
Sin embargo, considero que la clave está en qué entendemos por ayudar. Si lo que hacemos es cooperar con el otro para facilitarle el logro de una tarea que le permite crecer/aprender, esa es una acción positiva. Difícilmente se puede considerar nocivo el ayudar al otro de esta manera. Pero si lo que hacemos es facilitar el que otro no asuma sus responsabilidades, entonces no estamos ayudando, al contrario estamos dañando al evitar que el otro aprenda y crezca. Un ejemplo muy simple para diferenciar entre estos dos patrones, es la mamá que se sienta con su hijo para ayudarle con la tarea. Ayudarle es que se tomará el tiempo de explicarle, tal vez hacer algunos ejemplos, y dar consejos que le permitan entender mejor la tarea que debe realizar. El asumir la responsabilidad de la tarea del hijo sería hacerle la tarea. La primera opción le permite al hijo aprender, la segunda no deja ningún aprendizaje.
Si al observarnos descubrimos que tendemos a estar en dinámicas en las que acepto tomar la responsabilidad del otro es importante preguntarnos qué nos tiene ahí. Puede ser el deseo de que digan que somos muy buenos y comprar de esta manera cierto aprecio. Puede ser la necesidad de sentir que somos muy “fregones” y que podemos con cualquier reto. Puede ser la dependencia hacia el otro que me hace crear una dinámica en la que el otro me necesite. O puede ser que simplemente no habíamos prestado atención al efecto de nuestras acciones.